sábado, 5 de marzo de 2005

El comercio en Berlín

Creo que fue Yann quien me recomendó el videoclub de las pieles de cebra. Él era el anterior inquilino de mi piso y estaba saliendo cuando yo entraba. Yann quería decorar su nueva guarida, más grande, con calefacción central y en la parte anterior de la misma casa, como las de las películas de Jean-Pierre Melville. ¿Cómo cuál?, le pregunté, a pesar de que yo por entonces sólo había visto Le samourai. “Como en Le cercle rouge”.

Cuando me dijo que había una tienda en el propio barrio donde encontraría sin problema películas de la nouvelle vague, no me sorprendí en absoluto, o no lo hice más allá del ah sí protocolario. Antes de instalarme en Berlín, tenía dos imágenes de la ciudad. Una la explicaré otro día; la otra era las galerías de arte que inauguran de noche una exposición, llenas de gente deliberadamente mal vestida. Así que vine a Berlín.

La tienda en cuestión se llama Videodrom, casi como la película de Cronenberg, y la visito con la entrega de un adicto. Es estrecha y empinada como los supermercados baratos y exhaustiva como una biblia. Los que ahí atienden tienen el aspecto de haberse pinchado las películas que alquilan, y como quien no quiere la cosa me avisan de lo que está por venir: otro documental de Scorsese, pero sobre el cine italiano. Son inteligentes y secos, y afables, y a veces al bostezar no se tapan la boca, como la ciudad.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Así es Berlin... Gut so! :)

11:34 p. m.  

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