jueves, 24 de marzo de 2005

Palabras y cuerpos

Una vez me contó un ejercicio que le habían puesto en clase de baile. Con cada movimiento, tenía que despedir una palabra cualquiera, un amasijo de fonemas. ¿Por qué el profesor le pidió aquello? Años después, sigue sin tenerlo muy claro; ella cree que para luchar contra el perfeccionismo. Los sonidos que emitiera probablemente cumplían la función de distraerla, de combatir su obsesión por el movimiento perfecto.

Leo un artículo del profesor Cantero que me recuerda que las palabras no dejan de ser ruidos rumiados, masticados, aireados, exhalados por un cuerpo con órganos al efecto. Lo que luego llamamos "palabra" es una convención, una unidad sacada de un mejunje entonado, y la cabeza me baila y me lleva a las películas de Wong-Kar-Wai. Uno de los placeres que para mí tiene el volver a verlas es prescindir de los subtítulos e intentar recordar lo que están diciendo en cada escena.

La peña de estas películas habla en chino, pero después de ver una, me siento capaz de imitar la entonación de un actor de Hong-Kong cuando amonesta a su enamorada, o en el trance de abandonarla, y por un momento no me faltan las palabras.

Tengo yo ahora la tentación de diseñar un ejercicio que distraiga al extranjero de producir palabras y palabras, un ejercicio para fabricar una pasta que suene a español, para no perder nuestra condición de cuerpos que hablan.

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