viernes, 18 de marzo de 2005

Pequeñas victorias

Se cumple un año de mi llegada a Berlín y cómo ha cambiado la vida. ¿Cómo ha cambiado la vida? A ver. Ahora vivo solo: he podido pintar la cocina de color chicle; todo lo que hay en lavadora, nevera y ducha es mío, todo. Casi todos los días hablo en alemán pero días hay en que no hablo en absoluto. Qué fruslerías, ¿verdad?, y sin embargo estas cosas, como los tsunamis íntimos, familiares y amicales, a uno lo van marcando, batiendo, haciendo.

De pequeño soñé más de una vez con una casa llena de gente en la que todo el mundo hacía algo menos yo, que sólo me dedicaba a observar. Por lo que he vivido, la mayoría de aprendientes de lengua extranjera tienen una percepción parecida a la mía en aquel sueño, la percepción de que no mejoran o no adquieren, quizá porque forma parte de nuestra cultura cifrar el progreso en bandazos (grandes compras, títulos, ceremonias).

Como no soy una excepción, me puse a escribir este diario, con la vana pretensión de oírme crecer como extranjero, como hablante de alemán y maestro de español. Y así busco lo mínimo, los mínimos triunfos y las mínimas derrotas acumulados desde que me vine a Berlín.

Quiero pensar que, del mismo modo que la costumbre del carbón y de vigilar el fuego de cada día, se me ha arraigado la lengua extranjera. Con esta perspectiva hago mi trabajo.

0 Comments:

Publicar un comentario

<< Home