viernes, 29 de abril de 2005

Contabilidad

Como llegué a Berlín sin trabajo ni nada, desde el primer día me volqué en controlar los gastos, para lo que no se me ocurrió método mejor que el de apuntar cada uno en el que incurriera, por mínimo que fuese, y es así como encuentro en mis cuadernos anotaciones tan peregrinas como “2: Penner” el 11 de abril de este año, cuando un desharrapado me conminó en Pappelallee a que le diera cualquier cosa y terminó llevándose una moneda de dos euros; o ¡“1,2: propina”! un sábado de octubre.

Ahora que vivir en esta ciudad no me exige tanto funambulismo financiero, sigo registrando los gastos, pero no sólo ya por refrenarme, que también, sino por la extraña precisión con la que estos asientos contables resumen mis actos y ayudan a la memoria, dejando la evidencia de tantos domingos sin pisar la calle, barras de chocolate que compré compulsivamente o charlas con Londres (mi hermano), más baratas cuanto más urgentes.

Lo que quería asentar con esta entrada de bitácora es el paso de una semana en la que no he publicado, ni escrito apenas, ni recordado ningún sueño; no sé ahora si los dolores de cabeza que arrastro desde hace días obedecen a esta inactividad gráfica, a haber andado de noche por la azotea de casa o a un par de vertiginosas conversaciones con el urbanista, sobre la cara pasada y futura de las ciudades.

De cualquier modo, estoy cerrando esta frase poco después de las ocho y media de la tarde del miércoles 4 de mayo; figurará en la bitácora el jueves 28 de abril. Por una vez, el texto no borra mis huellas.

0 Comments:

Publicar un comentario

<< Home