lunes, 18 de abril de 2005

El Melenudo

Así que en Euskadi el PNV podría llegar a estarse treinta años en el poder. Lo que esto significa para un maqueto que haya tenido que irse de ahí puedo imaginármelo, y lo que supone para mí aún no lo sé precisar, pero si siguiera viviendo en Barcelona, el Melenudo y yo habríamos evitado el tema con un par de aquellos bocatas de tortilla de alcachofas.

El Melenudo es con quien más a gusto he compartido la docencia de un grupo de extranjeros necesitados de español. Tenemos en común tonterías que luego unen mucho: una memoria sin fondo para lo inútil (películas de Esteso; decenas de apellidos pasados), una cierta predisposición para lo peor (él del Español, yo del Arleti y los dos de Comisiones) o el afán de sorprender.

Él se sacó una nueva actividad, el Museo del Subjuntivo, que me gustaría haber inventado a mí. Uno pasaba por el aula y veía a suecos, brasileños y alemanes desfilando por ella como en una galería, usando el español ante cada cuadro. Luego, en la sala de profesores, hablábamos de ellos, de los alumnos actuales y de los no tan actuales, y de sus países y de la diferencia. La diferencia.

Como tantos españoles, el Melenudo y yo elegimos que parte de nuestro trato se basara en obviar España, un obviar que es un silenciar, un silenciar que es un desistir. Así va mi condición de extranjero primando sobre la de español.

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