miércoles, 4 de mayo de 2005

¿Cómo odiar Berlín?

Hay gente, poca y bienintencionada, que al leer en esta bitácora la entrada “Cómo odiar Berlín”, se han pensado que esta ciudad me empezaba a traer de los pelos. Yo escribí y reescribí aquel texto con la intención de que cada frase en él fuera irónica. Obviamente, no se ve. A Berlín, más que a nadie, le debo esta aclaración.

Si hay una palabra que el urbanista se ha llevado de su reciente visita a la ciudad, ésa es locker, “cómodo”, “despreocupado”; difícil de traducir, pero él mismo no ha tardado en aplicar el adjetivo a la vida que Berlín me permite. No así ninguna de las ciudades grandes que tiene España. ¿En cuál podría encontrar un piso con suelo de madera, céntrico, para mí solo?

¿En cuál podría encontrar aire y tiempo para respirarlo?, ¿en cuál levantarme sin despertador; sentirme tan ancho; ver en cosa de meses a Perahia, Pogorelich, Radu Lupu y Barenboim? Desayunar fuerte y tranquilo. Escribir cada día. La ciudad no me prometía más. Yo puse de mi parte y curré. Hasta la fecha, mis pretensiones se han cumplido muy locker. ¿Cómo odiar Berlín?

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