martes, 3 de mayo de 2005

Extraterrestres

Se insinúa el verano y la piel se multiplica. Ha llegado la hora de que el cuerpo se exponga. Y los cuerpos llegan con una mezcla de aprensión y deseo. En lo que va de primavera, he visto ya a varias adolescentes alimentándose de fideos de pollo deshidratados, de los que se usan para la sopa china.

La primera vez que los adolescentes me parecieron de otro planeta fue en un tren de cercanías desde Sant Pol de Mar a Barcelona. Era sábado, y al grito de “camiseta”, un grupo de seres de unos trece años se las intercambiaron, mostrando sus cuerpos tiernos pero pasados ya por algún gimnasio.

Hoy he cumplido treinta y dos. Cada año que pasa es otro que me alejo de la edad de mi hipotética descendencia. Si los adolescentes actuales ya me resultan remotos, ¿qué tipo de relación puedo esperar con alguien treintaitantos años menor?

A veces consigo que este tipo de pensamientos me suenen adolescentes: imbuidos de esa lógica de la prisa que todo lo quiere ya; orgullosos hasta el extremo de planificar cada extremo. ¿Por qué me acaba de salir un párrafo tan Antonio Gala?

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