martes, 17 de mayo de 2005

Filosofía del tocador

He pasado el fin de semana en Madrid para una boda. Poco antes de la ceremonia aproveché para hacer pis en el bar donde tomábamos el refrigerio prenupcial, no fuera a ser que. La primera vez que me fijé en una micción fue en la película Easy Rider, cuando los moteros se paraban a echar una meada de carretera y Peter Fonda lo hacía con las piernas juntas.

Me pareció femenino pero no afeminado; quizá nunca había reparado en esta diferencia. En varios sitios del norte, Berlín ciertamente entre ellos, a los hombres se les enseña a mear sentados. En algunas tiendas se comercializan cartelitos con el cartel de prohibido tachando la figura de un varón que orina de pie.

Se trata de no tener que habérselas con las salpicaduras, que, según se acerca uno al sur, abundan en los retretes e incluso los festonean. El fin último de esta conducta es la higiene, pero trae consigo una estilización de las toscas maneras masculinas; en Madrid recobradas.

¿Estoy quizá insinuando que pasar por Madrid espatarra, embrutece, me enfrenta con lo crudo? Pues sí, eso es.

1 Comments:

Blogger Wendy said...

"Escatología" me gustaba más. Parece que Berlín te pule no sólo en los hábitos, sino en las palabras. Me vas a perdonar, pero prefiero tu vocabulario directo y crudo. No en vano, "que Madrid espatarra" es lo que me arrancó la carcajada.

4:10 a. m.  

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