Sentido del humor
Estamos casi a mediados de mayo y alguna noche hay que hiela. No obstante la adversidad, en Berlín llevan las terrazas más de un mes instaladas, y desde hace pocas semanas, los Strandbars. Éstos son un par de chiringuitos que se montan a la orilla del Spree cuando el cielo nos propone olvidar el carbón.
Tenemos el Strandbar del Senado, que con bizarría acaso impropia de la clase política, además de arena artificial, barra de bambú y tumbonas ha dispuesto dos piscinas, dos. Prefiero el más modesto que hay junto al parque Monbijou. Aquí se puede beber y alternar en una playa igualmente falsa pero más pegada al río, admirando con chanclas y anorak los museos de la otra orilla.
La playa del Sena, la celebradísima Paris-Plage, la he visto también, pero su carácter es otro: la gente, en París, más que tumbarse se reclina. Se luce. El trecho de playa es largo (tres kilómetros) pero estrecho, y uno se ve obligado a meter la barriga para no rozar demasiado a la banda ni caerse al río.
En Berlín, pelándome del frío, no puedo evitar reírme. Sé que no soy objetivo. Pero en Berlín me río con estos prusianos tan aficionados a lo postizo, que se inventan playas a la japonesa, de juguete, entre neoclásicos bloques rancios y nobles .
Tenemos el Strandbar del Senado, que con bizarría acaso impropia de la clase política, además de arena artificial, barra de bambú y tumbonas ha dispuesto dos piscinas, dos. Prefiero el más modesto que hay junto al parque Monbijou. Aquí se puede beber y alternar en una playa igualmente falsa pero más pegada al río, admirando con chanclas y anorak los museos de la otra orilla.
La playa del Sena, la celebradísima Paris-Plage, la he visto también, pero su carácter es otro: la gente, en París, más que tumbarse se reclina. Se luce. El trecho de playa es largo (tres kilómetros) pero estrecho, y uno se ve obligado a meter la barriga para no rozar demasiado a la banda ni caerse al río.
En Berlín, pelándome del frío, no puedo evitar reírme. Sé que no soy objetivo. Pero en Berlín me río con estos prusianos tan aficionados a lo postizo, que se inventan playas a la japonesa, de juguete, entre neoclásicos bloques rancios y nobles .
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