viernes, 6 de mayo de 2005

La U1

La ruta de la U1 la había hecho yo algún domingo a pie, permitiéndome el lujo infantil de cuestionarme la existencia, saliendo de Hallesches Tor con dirección al este, a lo largo del canal, en un paseo que parece idílico y a veces lo era, con los árboles llorando sobre el agua y la gente fatigando las orillas, echados en la hierba o pisándola (y dejando la hierba como siempre recordaré Kreuzberg, pero también como siempre me había imaginado este barrio antes de conocerlo, cuando solo era un nombre y la idea a él asociada de hierba que parece cemento y cemento que parece hierba), un paseo que comenzaba con los jugadores de petanca de la Blücher que se quejaban y reían con voces agudas en las que yo creía reconocer dejes eslavos y continuaba por Prinzenstrasse donde a los turcos jóvenes se les veía paseando solos, en contraste con la siguiente estación de Görlitzer Park, el parque con un cráter donde iban familias enteras de turcos en las que el marido se podía estar rascando la entrepierna mientras el pelón jugaba al fútbol con una camiseta del Barcelona y la mujer todo lo miraba con su chador y parecía flotar en una felicidad a la que yo nunca accedería.

La última vez, sin embargo, hice la ruta en sentido contrario, cogiendo el tren en Warschauer Strasse. Se acababa otra noche en Friedrichshain y desde el vagón miré los tejados. Parecían estar contestándome, como la gente que había visto por la misma ruta algunos domingos. Lo que ahora se me escapa es qué les estaba preguntando.

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